The U.S. Administration announced Saturday that it has halted all aid to El Salvador, Guatemala, and Honduras—known as the Northern Triangle. It is the latest move designed by the White House aimed at punishing the Northern Triangle governments for “allowing” their countries’ citizens to emigrate.
(Note that actively blocking emigration, as the administration apparently hopes these nations will do violates the Universal Declaration of Human Rights adopted by the United States. Its Article 13 states that all people have the unconditional right to leave any country.)
Here’s what this decision to halt aid could mean, according to data and evidence:
First, violence in the Northern Triangle is a major driver of emigration from there.
I used unprecedented data from US Customs and Border Protection to study this effect among Unaccompanied Alien Children (UACs), kids who arrive at the US border without an older family member. I studied all 179,000 of them who were apprehended between 2011 and 2016. Ten additional homicides in their home municipality caused about six additional apprehensions at the US border over that six-year period. Violence explained as much UAC migration as economic factors like chronic unemployment did. The migration appears driven by a complex and inseparable mix of security and economic motives.
So, an important question is whether aid can contribute to preventing major outbreaks of violence. The short answer is yes.
There is substantial evidence between foreign aid and a reduction in the tendency for low-grade violence to explode into civil war—across all countries. Foreign aid investments, particularly made in the wake of economic shocks, can moderate government spending and provide resources for the government to respond to the needs of different aggrieved groups, bolstering against a slide into greater violence.
Are there exceptions? Yes, in the case of civil war.
After civil war has broken out, aid does not have a good track record of reducing violence. A systematic review of the best evidence found that aid in settings of full-on civil war is as likely to increase violence as to reduce it. This suggests, in the broadest terms, that there might be a window of opportunity before state collapse when aid can make a real difference to violence, but after a tipping point it becomes too late.
What do we know about aid preventing violence in the Northern Triangle specifically? Not enough.
There is one strikingly rigorous impact evaluation of US aid-funded violence prevention work across the region. It randomized, at the neighborhood level, a complex package of interventions including community policing, youth mentorship, graffiti removal, and other programs. The uncommon research design allowed it to confidently attribute the effects to the program itself: a 50% reduction in reports of homicides in the treated neighborhoods, and big reductions in other kinds of crime.
So what should we do?
The existing research does not at all mean that there is a “formula” that “works” or that all US aid to Central America has these effects. It does mean that some of the work supported by American aid in the region has gotten where it was intended to go and had the intended effect, working in partnership with local champions of peace and security. This is at least something to build on when innovating to build even better forms of partnership against violence in the region. Ending all US cooperation with the entire region does the exact opposite.
La Administración de los Estados Unidos anunció el sábado que ha suspendido toda la ayuda a El Salvador, Guatemala y Honduras, conocida como el Triángulo Norte. Es el último movimiento diseñado por la Casa Blanca para castigar a los gobiernos del Triángulo por "permitir" que los ciudadanos de sus países emigren.
(Note que el bloqueo activo de la emigración, ya que el gobierno aparentemente espera que estas naciones lo hagan, viola la Declaración Universal de los Derechos Humanos adoptado por los Estados Unidos. Su artículo 13 establece que todas las personas tienen el derecho incondicional de abandonar cualquier país.)
Esto es lo que podría significar esta decisión de detener la ayuda, según los datos y las pruebas:
Primero, la violencia en el Triángulo del Norte es un gran causante de la emigración desde allí.
Usé datos de la US Customs and Border Protection para estudiar este efecto entre menores extranjeros no acompañados (MENA), niños que llegan a la frontera de los Estados Unidos sin un familiar de mayor edad. Estudié a los 179,000 de ellos que fueron detenidos entre 2011 y 2016. Diez homicidios adicionales en su municipio de origen causaron alrededor de seis detenciones adicionales en la frontera de los Estados Unidos durante ese período. La violencia, como factores económicos (el desempleo), explicó tanto la migración de MENA. La migración parece haber sido impulsada por una combinación compleja de motivos económicos y de seguridad.
Entonces, una pregunta importante es si la ayuda puede contribuir a prevenir grandes brotes de violencia. La respuesta corta es sí.
Existe evidencia sustancial entre la ayuda externa y una reducción en la tendencia de la violencia de baja intensidad de estallar en una guerra civil, en todos los países. Las inversiones en ayuda extranjera, particularmente realizadas a raíz de las crisis económicas, pueden moderar el gasto del gobierno y proporcionar recursos para que el gobierno responda a las necesidades de los diferentes grupos agraviados, reforzándose contra incidentes de una mayor violencia.
¿Hay excepciones? Sí, en el caso de la guerra civil.
Después de que estalle una guerra civil, la ayuda no tiene buen historial de reducción de la violencia. Una revisión sistemática de evidencia encontró que la ayuda en entornos de guerra civil es tan probable que aumente la violencia como reducirla. Esto sugiere que podría haber una ventana de oportunidades antes del colapso del Estado cuando la ayuda puede hacer una diferencia significativa contra la violencia, pero después de un punto de inflexión, ya es demasiado tarde.
¿Qué sabemos sobre la ayuda para prevenir la violencia en el Triángulo Norte específicamente? No es suficiente.
Existe una evaluación de impacto sorprendentemente rigurosa del trabajo de prevención de la violencia financiado por la ayuda de Estados Unidos en toda la región. Este estudio asignó al azar, a nivel de vecindario, un paquete de intervenciones que incluían vigilancia policial comunitaria, tutorías a jóvenes, eliminación de grafitis, y otros programas. El diseño de investigación poco común permitió atribuirle los efectos al programa en sí mismo: una reducción del 50% en los informes de homicidios en los vecindarios tratados y grandes reducciones en otros tipos de delitos.
¿Entonces, qué debemos hacer?
La investigación existente no significa en absoluto que exista una "fórmula" que "funcione" o que toda la ayuda de Estados Unidos a Centroamérica tenga estos efectos. Significa que parte del trabajo apoyado por la ayuda estadounidense en la región ha llegado a donde debía ir y tuvo el efecto deseado, trabajando en asociación con los conocedores de paz y seguridad locales. Esto es, al menos, algo sobre lo que basarse cuando se innovan para construir formas aún mejores de asociación contra la violencia en la región. Terminar toda la cooperación de los Estados Unidos con toda la región hace exactamente lo contrario.
Disclaimer
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