This paper uses a straightforward Resilience Indicator, constructed from a small set of economic and institutional variables, to show that by 2019, prior to the COVID-19 pandemic and subsequent global shocks, it was possible to identify emerging markets and developing countries that would encounter serious economic and financial problems if an external shock were to materialize. The list of developing countries identified as less resilient in 2019 using this simple methodology closely aligns with the World Bank’s 2022 compilation of countries in distress or at high risk of external debt distress. Furthermore, the emerging market economies that this indicator identified as the least resilient in 2019 were countries that had either defaulted or were teetering on the edge of default by 2022. Identifying countries that are most vulnerable to large external shocks can assist policymakers and the international community in directing their efforts towards crisis prevention, thereby avoiding the detrimental consequences of financial crises on development.
Este documento utiliza un Indicador de Resiliencia sencillo, construido a partir de un pequeño conjunto de variables económicas e institucionales, para demostrar que para el año 2019, antes de la pandemia de COVID-19 y los subsiguientes choques globales, era posible identificar mercados emergentes y países en desarrollo que enfrentarían serios problemas económicos y financieros si se materializara un choque externo. La lista de países en desarrollo identificados como menos resilientes en 2019 utilizando esta metodología simple se alinea estrechamente con la compilación del Banco Mundial de 2022 de países en dificultades o con alto riesgo de sobrendeudamiento por deuda externa. Además, las economías de mercado emergente que este indicador identificó como las menos resilientes en 2019 eran países que habían incurrido en mora o estaban al borde de la mora para el año 2022. Identificar los países más vulnerables a grandes choques externos puede ayudar a los responsables de políticas y a la comunidad internacional a dirigir sus esfuerzos hacia la prevención de crisis, evitando así las consecuencias perjudiciales de las crisis financieras en el desarrollo.