The multilateral development banks (MDBs) emerged as one of the international community’s great success stories of the post–World War II era. Set up to address a market failure in long-term capital flows to post-conflict Europe and developing countries, they combined financial heft and technical knowledge for more than five decades to support their borrowing members’ investments in post-conflict reconstruction, growth stimulation, and poverty reduction.
However, the geo-economic landscape has changed dramatically in this century, and with it the demands and needs of the developing world. Developing countries now make up half of the global economy. The capital market failure that originally motivated the MDBs is less acute. Almost all developing countries now rely primarily on domestic resources to manage public investment, and some of the poorest countries can borrow abroad on their own. Similarly, growth and the globalization of professional expertise on development practice have eroded whatever near-monopoly of advisory services the MDBs once had.
At the same time, new challenges call for global collective action and financing of the sort the MDBs are well suited to provide but have been handicapped in doing so effectively. The list goes beyond major financial shocks, where the IMF’s role is clear—ranging from climate change, pandemic risk, increasing resistance to antibiotics, and poor management of international migration flows and of displaced and refugee populations. Other areas include the cross-border security and spillovers associated with growing competition for water and other renewable natural resources, and, with climate change, an increase in the frequency and human costs of weather and other shocks in low-income countries that are poorly equipped to respond.
These new and urgent challenges—including a restart of the healthy rates of economic growth that are at the heart of the MDBs’ contribution to the globally agreed sustainable development goals—have in common disproportionate risks and benefits for the developing world, and a particular need to combine financing, technical and country expertise, and a coordinated international policy response. The MDBs may no longer hold a monopoly on financing, expertise, and coordination, but they remain uniquely suited to combine these assets to deal with new and diverse challenges. In short, if the MDBs no longer existed today, the international community would have to reinvent them.
We recommend that the shareholders of the seven major MDBs treat these global challenges not in the incremental and piecemeal manner that has become the habit of the last several decades, but instead as a system for the whole to be more effective than the sum of its parts. The system should hold in common the key principles of transparency, accountability, and sustainability. But specific roles and mandates across the MDBs should vary to recognize their inherent differences in comparative advantage, particularly between the World Bank and the regional MDBs.
Recognizing the growing global premium on environmental sustainability in a climate-challenged world, we call on member governments of the World Bank to take the first step in that direction by renaming the International Bank for Reconstruction and Development (IBRD) as the International Bank for Reconstruction and Sustainable Development (IBRSD)—and to reshape its mission accordingly, toward leadership on issues of the global commons or global public goods that are squarely in the development domain and require a global shareholder base to respond collectively. Shareholders should in turn look to the regional MDBs to take leadership in supporting the new imperative of sustainable development through country and regional operations across all sectors, but particularly in increasing investment in infrastructure that takes into account the logic of low-carbon and climateresilient economies in the developing world. In line with this approach to differentiated roles within an MDB system, the panel makes five recommendations to better realize the MDB system’s potential for meeting today’s development challenges.
Los bancos multilaterales de desarrollo (MDBs por sus siglas en inglés) fueron uno de los éxitos más grandes de la comunidad internacional durante la época posterior a la Segunda Guerra Mundial. Instaurados para abordar las fallas de mercado en los flujos de capitales de largo plazo hacia países europeos después de la guerra y a países en desarrollo, estos combinaron su influencia financiera y conocimiento técnico por más de cinco décadas para respaldar las inversiones de sus miembros prestatarios durante la reconstrucción después de la guerra, el estímulo para el crecimiento y la reducción de la pobreza.
Sin embargo, el panorama geo-económico ha cambiado dramáticamente durante este siglo, y con el mismo, las demandas y necesidades del mundo del desarrollo. Los países en desarrollo ahora conforman la mitad de la economía global. La falla del mercado de capitales que motivó originalmente a la creación de los MDBs ahora es menos relevante. Ahora casi todos los países en desarrollo dependen principalmente de recursos domésticos para manejar las inversiones públicas, y algunos de los países más pobres pueden prestarse del exterior por su cuenta. De manera similar, el crecimiento y la globalización de la pericia profesional sobre las prácticas en el desarrollo han erosionado el cuasi-monopolio que los MDBs alguna vez tuvieron sobre servicios de consultoría al respecto.
Al mismo tiempo, los nuevos desafíos demandan una acción colectiva y el tipo de financiamiento que los MDBs pueden ofrecer, pero que al mismo tiempo no han podido realizar de manera efectiva. La lista va más allá de choques financieros importantes, donde el rol del FMI es claro—desde cambio climático, riesgo de pandemia, resistencia creciente a los antibióticos y administración deficiente de los flujos migratorios internacionales y de poblaciones desplazadas y de refugiados. Otras áreas incluyen la seguridad la seguridad transfronteriza y spillovers asociados con una mayor competencia por el agua y otros recursos naturales renovables, y, respecto al cambio climático, un incremento en la frecuencia y los costos que generan el clima y otros choques en países de ingresos bajos que están preparados para responder frente a estos.
Estos desafíos nuevos y urgentes—incluyendo una reanudación a tasas de crecimiento sostenibles, la cuales se encuentran en el núcleo de la contribución de los MDBs a las metas de desarrollo sostenible—tienen riesgos y beneficios en común para el mundo en desarrollo, y una necesidad particular de combinar pericias financieras, técnicas y sobre países, y una reacción coordinadas de políticas internacionales. Los MDBs ya no poseerían un monopolio sobre el financiamiento, pericia y coordinación, pero aún son únicamente aptos para combinar estos activos, con el objetivo de abordar estos nuevos y diversos desafíos. En resumen, si los MDBs no existiesen actualmente, la comunidad internacional tendría que reinventarlas.
Recomendamos que los accionistas de los siete MDBs más grandes no aborden estos desafíos globales de manera incremental y por partes, el cual ha sido el hábito durante las últimas décadas, sino de manera sistemática. El sistema debería tener principios clave de transparencia, responsabilidad y sostenibilidad. Pero los roles y mandatos específicos entre los MDBs deberían variar de manera que se reconozcan las diferencias inherentes en sus ventajas comparativas, particularmente entre el Banco Mundial y los MDBs regionales.
Reconociendo la prima global creciente sobre la sostenibilidad ambiental del mundo, llamamos a que los estados miembros del Banco Mundial tomen la iniciativa en esa dirección mediante el renombramiento del Banco Internacional de Reconstrucción y Fomento (IBRD por sus siglas en inglés) como el Banco Internacional de Reconstrucción y Fomento Sostenible (IBRSD por sus siglas en inglés)—y al replanteamiento de su misión correspondientemente hacia el liderazgo en asuntos globales, los cuales encajan en el ámbito del desarrollo y requieren una base global de accionistas para responder colectivamente. Sucesivamente, los accionistas deberían procurar que los MDBs regionales asuman el liderazgo respecto al respaldo del nuevo sistema de desarrollo, mediante operaciones a nivel nacional y regional y a través de todos los sectores. También deberían procurar que asuman el liderazgo respecto a una mayor inversión en infraestructura que adopte una filosofía de desarrollo bajo en carbono y resiliente al cambio climático para el mundo en desarrollo. En línea con este enfoque para diferenciar los roles dentro del sistema de MDBs, el panel presenta cinco recomendaciones de manera que el sistema de MDBs alcance su potencial para cumplir las metas de desarrollo actuales.
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